Editorial

Argumenta que algo queda

Quizá «aquella torta bien dada» nunca se debió dar. Íbamos con la autoridad por delante, y se nos escapó que la letra con sangre no entra. Conseguimos aminorarles la autoestima, elevamos su estado de ansiedad, y ayudamos a aumentar nuestra distancia generacional, minando así una confianza difícil de recuperar.

Les amonestamos, amparándonos con frecuencia en nuestro estado de ánimo. Volcando frustraciones sacadas de contexto, que poco, o nada, se acercaban a ellos.

Comodidad en pura esencia, el castigar una mala conducta sin acudir a la raíz del auténtico problema. Engañándonos con la idea de que a esa actitud no se sumaría otra igual, siempre y cuando se pagara por ello. Pero comportarse como es debido; en función de la existencia, o no, de un castigo, la experiencia constata que no va.

Partamos de cero, descubramos sus cómos y porqués. Que opinen, que hablen, que cuenten. Y en ese tiempo que era nuestro, pero ya de ellos, comencemos a dialogar. En un escenario de confianza y cariño. Donde nada se impone, y todo se respeta. Cuando el autoritarismo desaparece y pasa al auctoritas. Concepto, merecedor del artículo de Portada, impecablemente presentado por nuestro siguiente magistral colaborador.

Marián Pampillón Olmedo,
Directora de Familia y Cultura.